Domingos Impares #30
Cobijo
Tengo que aprender a ser luz
Entre tanta gente detrás
Me pondré las ramas de este sol que me espera
Para usarme como al aire
Este fin de semana iba a ser distinto. Uno más, en realidad, pero muy diferente al que resultó ser. Los domingos impares son creados en espontaneidad y sobre la hora. Música, mates abandonados, merodeo por mi casa buscando una imagen, revivo el mate, escribo. De modo que, estaba expectante con lo que surgiría hoy, porque la improvisación es la que dirige y lo que se manifiesta es siempre sorprendente.
Esta vez solo puedo sentir y pensar el desconcierto y la tristeza. ¿Acaso es el des-concierto la música paralizada, una no-armonía, la ausencia de vibración en el cuerpo?
Quiero pensar en palabras que abracen y reconforten, pero siento que me falta sabiduría para dar ánimo. Me nace pedir disculpas por esta entrega bajonera, pero también me permito vivenciar la dulce tristeza de la muerte de un querido.
La perplejidad. Movimientos automáticos del cuerpo, hacer sin pensar, olvidarse de los planes, de comer, de las rutinas. La necesidad de saber por qué. La necesidad de dar y recibir cobijo.
El día está hermoso. El sol regala el calor oportuno para el día de hoy, un verdadero día de invierno. Canciones, abrazos reencontrados, abrazos nuevos, charlas aleatorias, lágrimas, presión en el pecho, risas distensoras, silencios adentrados.
El tiempo se detiene y quedamos, por este instante, sin duración, sin música, sin apetito, sin juicios, sintiendo el corazón colmar el cuerpo de dolor y amor al mismo tiempo. Me había olvidado que eso podía experimentarse.
*Un asterisco para la foto. ”Qué hermoso ese lugar” - Seba -.
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Hasta el próximo Domingo Impar 🙂