Domingos Impares #28

El éter preliminar

El calor agradable del colchón blando y las frazadas. El despertar en la mañana, abrir los ojos y ver el universo. Estaba soñando algo que ya no recuerdo. El haz de luz me devela algo: lo que respiro está en constante movimiento, pero es invisible y ahora tomo noción de que el aire suspendido tiene su propio bullicio. 

El momento entre el sueño y el real despertar. Es como un volver a la cuna, aunque no me acuerde de cómo era, o como cuando suelto el aire por la nariz y no vuelvo a inhalar para practicar una suerte de silencio absoluto mientras siento la circulación de la sangre. Mi cabeza elige de la biblioteca mental un tema para fantasear. Entonces todo flota, hasta yo misma.

En la biblioteca mental me topo con el capítulo del descubrimiento de las cosas elementales. Lo sorprendente, en realidad, esa sensación de la primera vez y de deslumbramiento. Darme cuenta de lo que me rodea constantemente y de no haberlo notado antes. 

El aire tiene aspecto de galaxia, donde muchos cuerpos rotan, mutan y se trasladan de manera armónica, aunque sin música, sin sonidos o ruidos igual de consonantes. O tal vez no llego a escucharlos, porque ese universo es de una escala en la que no encajo, mucho más pequeña, y yo solo soy testigo de su existencia, nueva para mí, aunque no participo. Me parece bien así: el misterio.

De repente, mis músculos parecen despertar y una involuntaria necesidad de estirar todo mi cuerpo se manifiesta. Elongo hasta alcanzar lo inalcanzable y me saco de encima las capas de frazadas. Los pies tocan el suelo y la gravedad atrajo de vuelta la realidad.


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Hasta el próximo Domingo Impar 🙂