Domingos Impares #1
¡Hola!
¿cómo estás?
Bienvenidx a la primera de estas entregas, una forma que encontré de compartir reflexiones sueltas que forman parte de mi diario y mi cotidiano más próximo.
Foto sentipensada. La imagen es el punto de partida, mi herramienta. Junto a y a partir de ella siento y pienso, luego fotografío. Y también al revés. Aquí voy a hablar de fotografía, pero también de inspiraciones, pensamientos y demás cosillas que surjan.
¿Por qué por un newsletter?
Instagram me encanta y me agobia a la vez. Sentí que esta otra forma de compartir sería más íntima y desligada de los mandatos de las redes. Creo que aquí voy a sentirme más cómoda y espero que también despierte en ustedes ganas de compartir sus miradas acerca de lo que cuento.
Bueno, ¡aquí vamos!
El Horólogo*
Hace tiempo que vengo que pensando en el tiempo. Es un tema que me obsesiona en muchas de sus facetas: el envejecimiento, los días que me parecen cortos, la forma en que llegamos a medirlo, la rapidez con la que debemos hacer todo y la incipiente necesidad de lentitud.
Es algo que me angustia pero que deja marcas visibles que me atraen por alguna razón incierta. Las flores marchitas, el color amarillento de las hojas de un libro viejo, el atardecer, un árbol gigante… También pienso en la muerte y la existencia (¿qué pasa después?). No quiero que el día se acabe porque quedan mil cosas por hacer. Ni que se acabe el mes, ni el año ni la vida. ¡Paren los relojes!
(*) El Horólogo “cura” los relojes. Un oficio que no sabía que existía (!) Unos meses atrás leí una nota sobre un señor ha dedicado su vida esa funcional y profunda tarea. Leéla aquí.
Me topé con esta foto que saqué hace unos años en un viaje. En medio de conocer un país tan maravilloso y multicolor como es México, me atrajo este puestito con ese cartel. ¿Acaso se puede curar los relojes? ¿Se puede remendar el tiempo? Señor, disculpe, ¿Se puede customizar el día a gusto a piacere? ¿Existe el bypass para la vida?
No le pregunté nada de eso, claro… Pero me guardé la foto para encontrarla años después, como una evidencia de mi obsesión. La verdad que un poco me rebela tener que regirme por los relojes y que todo se sienta como una cuenta regresiva.
Ralentizando el transcurrir de la vida en breves momentos contemplativos es una manera que encontré de compensar esa sensación. Por más trillado que suene, dejarse conmover por la simpleza de las cosas es de los actos más tangibles y reales que existen, al menos para mi. La sinceridad de una hoja seca de una planta o de un hongo en una verdura olvidada en la heladera: pasa el tiempo, sí; igualmente, aprecio los rastros de la vida siendo.
Si llegaste hasta aquí, ¡Gracias!
Si querés compartirme algún pensamiento o comentario, podés escribirme a aflorquiroga@gmail.com. Para recibir los #DomingosImpares podés suscribirte aquí. En Instagram me encontrás como @aflorquiroga.
Hasta el próximo Domingo Impar 🙂