Una caminata por La Cumbre (Córdoba) en medio de la calle, porque no pasan autos. Renace una sensación de placer y tranquilidad después de mucho andar por senderos estrechos y espinosos. Expansión. Ahora hay lugar y espacio para corretear y abrir bien los brazos, gritar afinadamente con la cara relajada.

Una esquina corta el sonido de mi voz porque es tan hermosa que necesito mirarla unos largos segundos. 

Un portal maravilloso, aunque no sepa qué hay del otro lado. Pienso en cuántos umbrales atravesamos en la vida. Umbrales de dolor, de realidad, de consciencia, corporales. La cuestión es, no estar preparados, sino animarse. Animarse a cruzar. Lo que viene después es una sorpresa. Un misterio aunque muchas veces agradable y esperanzador. Eso que no se explica, pero que requiere un poco de fe.

Dale.