Domingos Impares #40

Dimensión jardín

Una vez estuve perdida en una ciudad extraña, que estaba repleta de montañas pobladas por los barrios y por los imperios de los tacos de reina.

Un viaje del estado de ánimo que le pide a mis pulmones aguantar hasta llegar a la cima. Resisto porque la curiosidad se encarga de distraer cada músculo de mi cuerpo, con tal de que lleguemos hasta allá.

En algún punto siento que ya soy parte y que ya conozco esta ciudad (no es como en los diarios, desde allá… canto). Una convocatoria a mi espíritu me invita a guardar este lugar dentro de mis favoritos. Recovecos, esquinas repentinas, una panorámica de regalo por haber subido las escaleras de la calle Fischer. El mar de fondo. Inhalo, exhalo, lo disfruto. 

El taco de reina, aparece una y otra vez, en forma de ramito en una vereda o de cascada en un barranco. El jardín de mi abuela. De cuando había mucho tiempo y con mi hermana inventábamos juegos con las flores. Las recolectábamos, tocábamos los pétalos finitos y aterciopelados, las desarmábamos. Degustábamos los tallos e inventábamos ensaladas de plantas.

Una vez en Valparaíso pedí permiso a un taco de reina y le corté una flor, en honor a ese recuerdo. El instinto de sentir su aroma, ¿acaso tenía alguno? El pecho respondió congestionado e incrédulo, a la vez que el shock de la memoria vertiginosa e instantánea brotó en un viaje a la dimensión, aun presente, de la infancia, en ese jardín, esperando un almuerzo de abuela, armando coronas de flores. Se esfuma el aroma, se esfuma el recuerdo. Vuelvo a sentir, vuelvo a llorar, pero no por nostalgia, sino por lo vívido.

Mastico el tallo una vez más mientras pienso en guardar esta flor como recuerdo del recuerdo y mientras me pregunto ¿qué es tiempo?


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Hasta el próximo Domingo Impar 🙂